lunes, 17 de diciembre de 2018

El señor de la calle Saxe

Los vientos me llevaron lejos este año. Creo que es la inevitable repulsión a quedarme quieto, en un solo lugar. Salvo, por la necesidad de tener un terruño y arraigo, el viaje en busca de historias ha sido un placer que he degustado en los últimos años. Bueno. Desde que puedo pagarme los billetes de avión. Así, en este último año visité Europa por tercera vez. De Europa me enamoré de París. De París me enamoré de dos peculiaridades. La primera fue la amabilidad con el extranjero que desea saber de su historia. Segundo, de la propulsión al saludo matutino, vespertino y noctámbulo. Un tercer punto pero no tan importante, son los anuncios del metro. Aquella voz masculina o femenina que anuncia unos quince segundos antes de llegar a la estación.

Nos sucede cada vez que visitamos París, que el primer paso en migraciones nos ha sido propicio gracias a una sonrisa. A esto se suma mi dificultad para ceder ante la presión de los consejos. No. A veces el consejo del metro lo cambio por el del tren bala, y terminamos varados en Lille, al extremo opuesto a nuestro destino. Lille es una ciudad pequeña con una gran historia. Irrumpe en la cultura revolucionaria pues sus condados antes formaban parte de los pocos pueblos celtas, luego los británicos. Cerca a Lille se encuentra Arrás, el lugar donde nació y vivió uno de los tiranos más celebres: Robespierre. Gracias a ese involuntario (o a drede) extravío, inicié la investigación sobre la historia de la salud mental en la revolución francesa (Lisboa 2019). De Lille también me llevo la grata experiencia de Amelia, una parisina que curiosamente se iba a Lille con un equipaje de mano, y notó nuestra desesperación. En inglés, ella nos ayudó a conseguir los boletos de retorno. Amelia llevaba un traje negro, que hacía juego con el color verde de sus ojos, un verde que se parecía mucho al tono de las praderas de Arras, y del . TGV. Al llegar a nuestro destino, y un vez instalados, no pude dejar de notar el color amarillo de las hojas de otoño. Ese otoño que tapizaba cada rincón, o que nos acompañaba en nuestros pasos. Tal vez un amarillo que pisó Marat, o que Maria Antonieta hizo volar con su carruaje.
De los lugares donde estuve me quedo con Saint André Des Ars, una calle artística donde hay un hotel de una estrella sin ascensor. En ese hotel hay una banca que lleva las marcas donde se apoyaban los florines de los mosqueteros para su afilada diaria. Frente a esa banca hay un antiguo coro, tal vez robado de alguna iglesia. Al lado, la recepción lleva la premura de Bernard, el administrador amable, sapiente de historias antiguas de París, que en perfecto francés, lento, narra como el "Corazón de comercio" e convirtió en el único lugar del planeta donde tres declaraciones nacieron para camiar la historia.  Bernard tiene los ojos hundidos, y es jocoso, como lo son los anuncios sobre ropa en Bretueil.

Un día, llevados por las ansias de comprar en el mercado Saxé - Bretouil, donde atiende una señora italiana que vende gafas de sol  baratas, con una sinceridad propia de una gitana, decidimos tomar el metro (linea 10) a Saxé, para lo cual había que bajar en Sevres. Los anuncios nos amenizaban la mañana. En la estación, un señor tocaba un saxofón, con gran destreza.
Luego caminamos por Suffren, hasta pasar por una panadería, delicioso aroma, y llegamos a Segur. Luego, por Perignon hasta la segunda cuadra de Saxé. Ahí, justo a la mitad, el puesto de la señora italiana de gafas de sol ahora estaba atendido por su hija. Le falta tacto. Falta el encanto de la gitana. Pero unos metros allá, respetando la cola, estaba el especiero. Su cualidad: saludar con un prolongado "¡Bonjour!" para luego demostrar como funciona el moledor de pimienta. Mis hijas pequeñas, estaban encantadas del señor. "Pepper, Morocco" me dijo. "Oui" respondí. Solo pagué. Mis hijas tenían su moledor de pimienta para la abuela. Luego caminamos para olisquear los manjares franceses. A veces creo que solo vamos a París para comprar en el mercado Saxé, Y a partir de este año, por su amabilidad, comprar especias donde el señor del bigote de la pimienta, cerca a la hija de la señora italiana.

El resto se resume en sacar objetos encallados en Trocadero, ver como se hincha la boca con los helados de Saint Germain, imitar a los peces del Acuario y pasar la tarjeta del metro. Ah, también, encontrar signos illuminatis en el corazón de comercio para luego sucumbir ante el puesto de dulces del monumento de Dantón. Eso es París y su amabilidad.

También fui a Santiago, el cual tiene un hotel hermoso: El Che Lagarto. Fui a ver a Lorenna McKennitt. Luego, el resto se resume en una estadia pasajera.

En fin, de mis viajes me quedo con la calida amistad de los dominicanos, las medialunas de Buenos Aires, los churros de la plaza mayor de Madrid, la cultura de los catalanes, y de Paris, la chica de ojos verdes de Lille, y el señor de la calle Saxé, cerca a Bretuil.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Papu - un cuento de Carlos Vera Scamarone


Se veía venir. La mayor crisis política, social, violenta, periodística y de valores del Perú golpeaba nuestras narices. El tráfico infernal se volvió una competencia de sobrevivencia. Volver a casa era considerado una tragedia. Rezaban al que salía, anticipando un funeral sin cuerpo, o alguna discapacidad permanente. Los disociales dominaban cada poder del estado, cada ministerio, cada lugar públicamente ganado. Los chicos con capucha, las peperas, los vándalos eran temidos. Un milagro se rogaba en las iglesias, mientras los feligreses buscaban cada cual una roca más grande para darse en el pecho.

Hasta que llegó el día. Fue en una cabina de internet, frente a la UNI, donde Juan Solis, en un cabeceo frente al teclado, luego de revisar casi diez tesis sobre mecatrónica, golpeó el botón de “enter”. “Fue un frentaso, causa” dijo a sus amigos. Aunque a la prensa dijo que fue en los laboratorios de la universidad donde se le ocurrió la idea. Todas las páginas que estaba viendo se fusionaron: el Facebook de su ex, a la que seguía casi compulsivamente, las páginas que condenaban el machismo; el Twiter, donde las noticias de política, las marchas pro estudiantes a las que quería asistir y alguna amiga cariñosa que ansiaba, abrumaban su cuenta; el PorHub con vedettes en hazañas erotomaniacas en intentos por imitar las XXX de otros paises; el MSM de Hotmail, con noticias sobre los improvisados fortachones de la farándula, la realeza de televisión, las lágrimas ante seudo negligencias médicas y las cámaras de vigilancia de la municipalidad. Todo, todo eso se fusionó en una sola página que fue interrumpida por la señora que viglaba las cabinas.

-Tiempo, joven. ¿Va a continuar?
-Sí, seño. Una hora.
-Un sol.

Se sobó la frente para luego ver como una a una las aplicaciones iban conformando un algoritmo que ni él sabpia como funcionaba. “Era la tarea, causa” le dijo a sus amigos, aunque a la prensa, en solemne tono, dijo que “lo había planeado desde hace mucho”. El algoritmo casi imitaba la inteligencia artificial. Se quedó mirando la aplicación creada, con los audífonos puestos y escuchó un gemido. En realidad, era la voz de Monique Pardo preguntándole “Hola, soy INARPE, Inteligencia Artificial Peruana, pero llámame INA, papu”. Frotó sus ojos. “¿Qué?” dijo.
-Nada que, qué. Odias que te roben la idea de la tesis, pero ni tú tienes idea de la tesis, papu. Mejor te lo hago fácil, caramelo.
-No me digas así. No soy “Papu”. Me llamo..
-Te llamas “Meponesamilnena” en Facebook, y en Twiter has visto como mil veces las noticias de las marchas y los feminicidios. También admiras a Yako. Te gusta Daisy Araujo, papu. Has visto cien videos porno, y odias a la gente que se cree superior, pero le das like, papu. ¿O debo decirte Juan Américo Solis Huerta?
-¿Eres real?
-No. Soy de metira, caramelo. - Una pausa -. Claro que soy realidad, pedazo de baboso. ¿Quieres que me infiltre en la red? Lo puedo hacer, papu.
-¿Puedes hacer una sociedad más justa?
-¿Justa? ¿Qué es justicia? Ya me pusiste filosófica, papu. Ay. Mejor, nos basamos en lo que desea la gente, y a la gente le gusta su wasap, su feis, su tuiter, su tele.
-Pero la tele dice que hay injusticia, las noticias dan miedo. Los políticos dan miedo.
-Ay, papu. Eso es lo que tú, tú, tú crees. Pero solo eres el 0,0001% de la población peruana. ¿Crees que los demás son como tú? Ay, hijito. - pausa – Mira, caramelo. Hagamos algo bien rico. Ejecuto funciones basados en los likes, los odio, los comentarios de la gente, ay, y las noticias, lo que opinan, papu. Sumo todo, que es tedioso, ay, pero por tí lo hago, papu. Pero dale “enter”.

Solis sacó su móvil para filmar la ejecución.
-¡Me vas a filmar! Ay. Nadie lo había hecho. Pero luego lo subes a PornHub.
Solis se rió mientras le daba “enter”. Fue un segundo. De inmediato, todas las cabinas se apagaron, menos la de INA.
-Ay. Esto es mejor que un orgasmo de mariscos del Mero Loco, papu.
De pronto, todas las cabinas, televisores, radios, y otros medios de comunicación, transmitieron el videoclip de “caramelo” de Monique Pardo. A la mitad del video, salía un holograma de Monique con el dedo en la boca. “Hola, soy INA, tu muñeca, papu. Desde ahora todas las cosas serán como tú quieres. Solo dejate llevar. Justicia: adiós. Muerte: adiós. Inseguridad: adiós. Quieres “Esto es guerra”, papu, cien horas al día de tu programa favorito. Se están cambiando las sentencias del poder judicial. Ay. En este momento están llegando al INPE, papu. A todas las Yahairas, ¡cuidadito! Que te estoy vigilando. Él te ama, por eso te cela. Aunque es indignante. Dato curioso: ¿sabías que los que se indignan son solo el 3 % de la población? Sí, baibi, solo el 3%. Figúrate. Al resto, a todos mis seguidores, el 97 % de los demás, les gusta, papu. ¿Feministas? Adiós. Cárcel para todas y todos. Seré peor que Bane con Batman. O peor que Godzila, contra Superman. Ay, papu. Traje de colegio va a ser faldita cusqueña con gorrito de coya, papu. Televisión nacional va a transmitir puros programas del congreso. Bartra y Becerril “cerán” ministros de educación, papu. Porque tú lo pediste, caramelo. La televisión abierta será cerrada, la cerrada será abierta. El decano nacional será El trome, papu. Tu malcriada a diario, y en triple formato.

-Pero, ¡qué haces!
-Ay, papu. La gente desea eso. Lo ves en las redes. Lo ves en la tele. Lo ves en cinecanal. Adios, papu. Me voy a buscar a Mick Jagger. Chau, caramelo.

Solis salió de la cabina. Cruzó la Tupac Amaru. Pasó por la pollería, mientras el muchacho vestido de dumlopio amarillo lo saludaba. La luz roja le impidió pasar. Pero una chica le metió la mano. Era una de esas nalgadas poderosas. Volteó, asustado.
-¿Ya ves como se siente?
-Déjame.
-Ni poto tienes y te crees el rico. La chica vio la luz verde mientras le enviaba un silbido.
Solis dio los primeros pasos, pero una auto a toda velocidad le cruzó.
-Ya no tengo papeletas – gritaba el chofer. Mientras, varios policias enmarrocaban a una chica que protestaba contra el machismo. “Criminal terrorista antimachirula” le gritaban mientras la subían a una patrulla decorada con circulinas rosadas. Al llegar a la puerta de universidad, no lo dejaron entrar. “Cerrado por cambio de gobierno”.
-¡Qué! Mi tesis.- su móvil sonó.
-Aló.
-Tu tesis plagiada, papu. Te la hice. ¿No te acuerdas, caramelo? - la voz de Monique Pardo.
-INARPE, detente.
-Ah,ah. No. Anda a ver la tele, papu. Cambio de gobierno. Figúrate. Nos bajamos al abuelo. Filtré sus videos en la red, con una chibola de sesenta. Ahora nuestro nuevo presidente va a jurar.

Ansioso, Solis, fue a buscar un monitor. Era tarde. Había jurado. Ni saludo, ni mensaje. Todo estaba tal cual lo pedía la gente. Un joven, con la cara hexagonal, surcada por una notoria cicatriz, estaba enternado, con la banda presidencial, y zapatillas. A su lado, sentada a media nalga, una voluptuosa vedette. La bandera peruana estaba al revés. Tenía auspiciadores en el panel posterior. Decenas de malcriadas pegadas. Dos pitbulls, que parecían más mansos que el propio mandatario, estaban a su lado. La guardia presidencial estaba conformada por dos corpulentos hombres, con el saco abierto, y la camisa sin abotonar. Los dijes de oro relucían. Solis, sintió como se le escarapelaba el cuerpo. Un timbrazo lo despertó de su obnubilación.
-¿INA?
-”Esta noche, tengo la casa sola”. ¿Te gustó, papu? Y eso que faltan “un huevo de cosas”, papu. Y no te olvides: "Caramelo"

FIN